Lo bello de lo simple


Catedral, de Raymond Carver, publicado por primera vez en 1983, es quizás el mayor libro de cuentos norteamericanos del siglo XX, escrito por el máximo exponente en su género; una reunión de historias simples que ocultan una belleza simbólica propia del minimalismo.
Catedral es esencia una de las más altas expresiones del realismo sucio, movimiento literario iniciado a mediados de los 70’ por escritores como JD Salinger, Charles Bukowski y Tobias Wolff, entre otros. El realismo sucio no es sino una faceta del minimalismo adaptado a la literatura, corriente artística que intenta simplificar la obra lo más posible, aunque cargándola de de símbolos y metáforas. El realismo sucio, por lo tanto, ofrece historias simples y hasta superficiales, en su mayoría de personajes corrientes y situaciones tal vez intrascendentes, pero que en esencia esconden profundas reflexiones de toda clase, sociales y privadas.
Los personajes en Catedral (y en Carver) parecen seguir un patrón, una cierta melancolía que arrastra bellamente en todas las páginas y en todos los cuentos, tal vez un reflejo íntimo y autobiográfico del autor.

Escribir para sanar


Escritora, periodista y licenciada en psicología, Adriana Strupp escribe libros sobre y para jóvenes, adolescentes y niños; crea conmovedoras historias para brindar conciencia y apoyo en temas tan complejos como el HIV, la bulimia y la anorexia, el alcoholismo, la drogadicción y la recuperación de identidad como consecuencia de la última dictadura militar.
Adriana comenzó por estudiar psicología en la Universidad de Buenos Aires, y luego de egresarse trabajó con niños y adolescentes. En asociación con grupos de derechos humanos colaboró en cárceles de Buenos Aires, donde trató a jóvenes en situaciones límites e historias de vida terribles.
A mediados de los 80’ creó una revista con juegos para chicos que entregaba en diversos colegios privados. En 1994 comenzó a escribir sus primeras novelas y a publicarlas de manera independiente. Como resultado del éxito que las revistas tuvieron en las escuelas, padres y maestros comenzaron a comprar y recomendar sus libros.
Sus trabajos hoy se extendieron fuera del ámbito pedagógico y llegan hasta los lugares más recónditos del país. Sus son una fusión ideal entre el arte de escribir y el de sanar.

Historias rockeras del carajo


James, un bonito niño inglés despide a su familia y va a su dormitorio dispuesto a dormir. “Directo a la cama”, replica su padre. Pero cuando la luz se apaga, en la oscuridad James busca su radio, la enciende y la voz de Philip Seymour Hoffman le da la bienvenida al mundo del rock.

The boat that rocked o Pirate Radio, estrenada en los cines británicos el primero de abril de 2009 y dirigida por Richard Curtis, se centra en los mediados de los 60’, en la que una nueva generación de jóvenes se compromete a derribar el autoritario tradicionalismo inglés, y una sociedad exageradamente conservadora se ve horrorizada por el sexo libre, el rock, las drogas y por sobre todo, la libre expresión.

La historia comienza cuando el joven Carl (Tom Sturridge), enviado por su madre tras ser expulsado del colegio, llega a bordo del Radio Rock, un barco en el que un grupo de excéntricos se instaló para crear una radio ilegal de 24 horas de rock, a vivir bajo la tutela de su padrino, el capitán Quentin (Bill Nighy). Desde ese momento, el muchacho vivirá las anécdotas más exóticas y rockeras, desde que un amigo trate de engañar a una dama para hacer debutarle sexualmente, hasta presenciar a dos hombres saltar del mástil del Radio Rock por una apuesta.

Cargada de humor, momentos dramáticos, de tensión, una excelente banda de sonido y rayes de locura, The boat that rocked recuerda la música que marcó a generaciones y la lucha que muchos debieron emprender para preservarla.

Joaquín Ober

Salgan al sol


Joaquín Ober

“¡Este es el momento para mi retorno a la vida social! ¡Voy a trabajar! ¡Nunca más volveré a ser un hikikomori!”, celebra esperanzado Tatsushiro Sato, protagonista del manga Welcome to the NHK, escrito por Tatsuhiko Takimoto e ilustrado por Kendi Oiwa, que narra las desventuras de un joven antisocial en su esfuerzo por volver a integrarse al mundo.

Welcome to the NHK, lanzada en Japón en enero de 2002, comenzó como una novela ligera que luego fue adaptada al manga en ocho tomos por su mismo autor, con la incorporación de Kendi Oiwa en dibujo. En julio de 2006 se emitió el segmento de anime de 24 episodios. NHK se refiere a la Asociación de Radiodifusión de Japón, emisora pública de televisión y radio, aunque en la novela los protagonistas interpretan las siglas como “Asociación de Hikikomoris de Japón”, al plantear una conspiración de la emisora por aislar a los jóvenes de la sociedad. Con esta novela, Takimoto ilustra diferentes fenómenos con los que conviven la juventud japonesa y sus vertientes subculturales, ya sea con la conducta patológica del protagonista al encerrarse, con el controvertido gusto de los otaku y lolicon, e incluso suicidio grupal.

La trama se centra en el vínculo entre un joven de 22 años, Tatsushiro Sato, confinado al encierro y desempleado, y una acomplejada colegiala de 17, Misaki Nakahara, que idea un plan para intentar salvarlo de su síndrome. A su vez, Sato conoce a un vecino amante del hentai con quien buscan crear un videojuego erótico. El desarrollo de la historia gira alrededor de las idas y vueltas de Sato por poder superar su trauma y la particular relación con Misaki.

Los hikikomori son adolescentes y jóvenes adultos, en su mayoría varones y primogénitos de clase más bien alta, que se ven abrumados por el estilo de vida japonés y sienten que no pueden cumplir con lo que la sociedad espera de ellos, por lo que recurren a aislarse en sus habitaciones por meses, a menudo años.

Mezcla de comedia romántica, drama y delirios varios, Welcome to the NHK expone las problemáticas propias de los adolescentes japoneses: la presión de la sociedad, el miedo al rechazo y al fracaso, en una nación con una cultura en la que conviven la modernidad y tradiciones antiquísimas.

Non fiction de pibes que no nacen para chorros


La primera publicación de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia fue exactamente hace 5 años y la novena reimpresión esta fechada sobre el final del 2007 La continuidad en el tiempo de una obra, sin reedición, es la prueba de una excelente producción escrita y la evidencia tangible de la repercusión que ha generado. Este libro encuentra su éxito en la originalidad. Cristian Alarcón aborda un tema que nadie había trabajado con profundidad: la exclusión social. El autor se interna en los vericuetos más oscuros de la pobreza argentina, que nace en el año 1955, con la proscripción del peronismo y las primeras entregas de la república al capital internacional, pero que estalla en el año 2001 cuando nuestra nación cedió ante la definición de país semicolonial en vías de desarrollo. Semicolonial porque orienta su producción al gran mercado del imperialismo y montado sobre rieles de desarrollo, que tienen como destino la diferencia insalvable entre las clases sociales.

“1955- La fundación Eva Perón fue clausurada. El militar que asumió como interventor realizó un informe en el que consideraba que la dieta de carne, pollo y pescado; las mudas de ropa para estudiar, salir y hacer deportes; los baños y el agua de colonia para los niños y niñas huérfanos que eran amparados por el estado y la fundación eran lujos innecesarios, eran parte del `derroche peronista´”. Fragmento del libro FM Bajo Flores – Radio Comunitaria Rodolfo Walsh.

El titulo de la obra de Alarcón es un fragmento de la canción preferida del protagonista del relato. Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, / y que no me recen cuando suenen los tambores. Creo que estos 40 caracteres, de color naranja y una tipografía suficientemente grande, plasmados sobre la tapa del libro, reflejan la cercanía de la muerte a la cotidianeidad de los que roban para poder subsistir.
A lo largo del relato, el narrador toma partido ocasionalmente en las acciones. Utiliza la posición del narrador activo para contextualizar las citas textuales importantes, los momentos relevantes de la historia. No obstante, guarda distancia. Alarcón no comete el fatal error de sentirse parte del barrio. Recalca sus logros, pero también, entiende sus limitaciones. Recibir saludos al caminar por los pasillos de la villa, o ingresar a la casilla de un tranza, despierta en una persona de clase media alta, unas sensación con gusto a satisfacción personal mezclado con pertenencia. Mientras las líneas se suceden una atrás de otra deja entrever la satisfacción pero jamás la pertenencia. “El campo de acción se fue ampliando para mí, abriéndose hasta dejarme entrar a los expendios de droga, a las casas de los ladrones más viejos y retirados, a los aguantaderos”.

Al menos en el relato sobre la vida de Víctor Manuel Vital y su círculo íntimo, el periodista parece adherir a la idea de que fue un caso de gatillo fácil, de que la policía asesinó “al frente” a sangre fría. Pero siempre, reconociendo primero, que el frente estaba sumergido en la delincuencia desde los 13 años. Y aún, un poco más allá, se vislumbra la postura del autor. El escritor no es de los que piensan en incinerar todo el conurbano bonaerense con explosivos NAPALM, ni tampoco le hecha la culpa a los mismos desocupados como es costumbre. Consiente o inconscientemente, a mi entender consiente, Cristian Alarcón denuncia un sistema que sistemáticamente deja fuera de juego a aquellas personas que no responden al circuito de la oferta y la demanda. Deja de manifiesto, y al alcance de cualquiera, la consecuencia de largos años agrandando las paredes que separan a los estratos de la sociedad.

Comparaciones

En este punto viven las similitudes con Operación Masacre de Rodolfo Walsh. EL periodista desaparecido denuncia primero, un estado que sembraba el terror entre la gente secuestrando, torturando y matando. En segundo lugar, denunciaba a la población, que en silencio, funcionaba como cómplice del régimen. Ambos libros son de investigación periodística porque responden a una sencilla secuencia. Los acontecimientos llegaron a oídos de los autores, luego estos recopilaron información y se adentraron en el tema, indagaron a los protagonistas de la historia y recopilaron los testimonios. En el último paso, plasmaron todos los datos que obtuvieron en escritos que juegan en el límite de la novela por su hilo argumental, pero por su estilo y redacción, coquetean con la crónica periodística.