
La primera publicación de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia fue exactamente hace 5 años y la novena reimpresión esta fechada sobre el final del 2007 La continuidad en el tiempo de una obra, sin reedición, es la prueba de una excelente producción escrita y la evidencia tangible de la repercusión que ha generado. Este libro encuentra su éxito en la originalidad. Cristian Alarcón aborda un tema que nadie había trabajado con profundidad: la exclusión social. El autor se interna en los vericuetos más oscuros de la pobreza argentina, que nace en el año 1955, con la proscripción del peronismo y las primeras entregas de la república al capital internacional, pero que estalla en el año 2001 cuando nuestra nación cedió ante la definición de país semicolonial en vías de desarrollo. Semicolonial porque orienta su producción al gran mercado del imperialismo y montado sobre rieles de desarrollo, que tienen como destino la diferencia insalvable entre las clases sociales.
“1955- La fundación Eva Perón fue clausurada. El militar que asumió como interventor realizó un informe en el que consideraba que la dieta de carne, pollo y pescado; las mudas de ropa para estudiar, salir y hacer deportes; los baños y el agua de colonia para los niños y niñas huérfanos que eran amparados por el estado y la fundación eran lujos innecesarios, eran parte del `derroche peronista´”. Fragmento del libro
FM Bajo Flores – Radio Comunitaria Rodolfo Walsh.El titulo de la obra de Alarcón es un fragmento de la canción preferida del protagonista del relato. Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, / y que no me recen cuando suenen los tambores. Creo que estos 40 caracteres, de color naranja y una tipografía suficientemente grande, plasmados sobre la tapa del libro, reflejan la cercanía de la muerte a la cotidianeidad de los que roban para poder subsistir.
A lo largo del relato, el narrador toma partido ocasionalmente en las acciones. Utiliza la posición del narrador activo para contextualizar las citas textuales importantes, los momentos relevantes de la historia. No obstante, guarda distancia. Alarcón no comete el fatal error de sentirse parte del barrio. Recalca sus logros, pero también, entiende sus limitaciones. Recibir saludos al caminar por los pasillos de la villa, o ingresar a la casilla de un tranza, despierta en una persona de clase media alta, unas sensación con gusto a satisfacción personal mezclado con pertenencia. Mientras las líneas se suceden una atrás de otra deja entrever la satisfacción pero jamás la pertenencia. “El campo de acción se fue ampliando para mí, abriéndose hasta dejarme entrar a los expendios de droga, a las casas de los ladrones más viejos y retirados, a los aguantaderos”.
Al menos en el relato sobre la vida de
Víctor Manuel Vital y su círculo íntimo, el periodista parece adherir a la idea de que fue un caso de gatillo fácil, de que la policía asesinó “al frente” a sangre fría. Pero siempre, reconociendo primero, que el frente estaba sumergido en la delincuencia desde los 13 años. Y aún, un poco más allá, se vislumbra la postura del autor. El escritor no es de los que piensan en incinerar todo el conurbano bonaerense con explosivos NAPALM, ni tampoco le hecha la culpa a los mismos desocupados como es costumbre. Consiente o inconscientemente, a mi entender consiente, Cristian Alarcón denuncia un sistema que sistemáticamente deja fuera de juego a aquellas personas que no responden al circuito de la oferta y la demanda. Deja de manifiesto, y al alcance de cualquiera, la consecuencia de largos años agrandando las paredes que separan a los estratos de la sociedad.
ComparacionesEn este punto viven las similitudes con Operación Masacre de Rodolfo Walsh. EL periodista desaparecido denuncia primero, un estado que sembraba el terror entre la gente secuestrando, torturando y matando. En segundo lugar, denunciaba a la población, que en silencio, funcionaba como cómplice del régimen. Ambos libros son de investigación periodística porque responden a una sencilla secuencia. Los acontecimientos llegaron a oídos de los autores, luego estos recopilaron información y se adentraron en el tema, indagaron a los protagonistas de la historia y recopilaron los testimonios. En el último paso, plasmaron todos los datos que obtuvieron en escritos que juegan en el límite de la novela por su hilo argumental, pero por su estilo y redacción, coquetean con la crónica periodística.